El valor de la solidaridad en el funcionamiento de las sociedades liberales

Abstract

Las sociedades liberales occidentales, que se han construido sobre la base del respeto por la libertad individual como idea central, han resultado ser el modelo más exitoso, o al menos aquel al que han aspirado la mayor parte de los regímenes democráticos del orbe durante más de dos centurias. No obstante, también han ido mostrando una serie de problemas que derivan fundamentalmente de falencias en la generación de condiciones que permitan de manera más igualitaria el que cada individuo pueda cumplir con su propio proyecto de vida o que, en su defecto, provean el necesario auxilio de sus miembros más necesitados o desposeídos. Aun cuando estas sociedades liberales tienen un ordenamiento institucional básico que las define y que debiese permitir, en teoría, contrarrestar muchos de los efectos negativos de la convivencia grupal, no existe un consenso en cuanto al objetivo final de la organización social, a la manera de implementarla y cuándo y cómo corregir una marcha defectuosa. En el contexto descrito, se hace necesario formular y luego concordar en ciertas ideas o conceptos básicos que procuren disminuir las expresiones de injusticia y desigualdad cuando ellas se manifiesten. En tal sentido, me parece que la valoración o revalorización de la solidaridad entendida a la manera propuesta por diversos pensadores como Rawls, Sen, Habermas, Anderson y otros y, en particular como lo plantea Rorty en términos de un reconocimiento básico de que somos todos sujetos susceptibles de sufrir dolor y humillación, situación que debe ser evitada, se constituye en un instrumento útil para combatir las falencias que la sola defensa de la libertad acarrea. De allí que resulta de interés revisar dónde están los aspectos solidarios de nuestras sociedades, donde no existen y qué posibilidades hay de implementarlos a futuro tanto desde una perspectiva individual como grupal.